UNA FLOR AMARILLA
Sobre la poesía de Tirso Vélez
Abre tus labios para que los ríos fluyan de nuevo
canta para que vuelvan los vientos a soplar.
Surjit Patar
Por: Saúl Gómez Mantilla
Seamos Heaney, el poeta irlandés premio Nobel de literatura en el año 1995, plantea en un ensayo titulado El curioso caso de Nerón, el coñac de Chejov y un aldabón, el tema del conflicto presente entre arte y vida a partir de la figura del poeta Wilfred Owen, quien murió en las trincheras de Flandes durante la Primera Guerra Mundial en 1918. El ensayo plantea además el conflicto que vive el mismo Heaney al leer a Owen y realizar acercamientos críticos a su obra, porque Heaney siente que la motivación de estos poemas fue algo por lo que se estaba dispuesto a vivir y a morir, que todas las consideraciones de la crítica literaria eran triviales si no teníamos en cuenta lo que había detrás de cada palabra.
Hoy día leo
los poemas de Tirso Vélez y pienso en los excesos de la adjetivación, tal vez
en la premura de una emoción o en la reiteración de ciertas imágenes, y siento
vergüenza de este tipo de pensamientos.
Porque en la tranquilidad de mi vida, de mi oficio de estudioso de la
literatura y aprendiz de poeta, no he participado de ningún instante importante
de la historia, ya sea de mi departamento o mi ciudad; no hay heroicidad al
esconderse tras unas hojas, cuando recuerdo a Tirso Vélez abaleado en la calle
trece, a Gerson Gallardo ser desaparecido, a Edwin López sacado de su hogar y
asesinado, y a tantos otros con los que se compartía música y poesía en las
tardes del Banco de la República o en alguna exposición pictórica en la
ciudad. No hay tranquilidad al saber que
la impunidad será el fin de estos sucesos y no habrá quién mitigue el dolor
causado a sus familias y amigos. Ya que
en el departamento la Justicia no es como en el poema de Eduardo Cote Lamus, padecer la luz, sino una oscuridad que
nos acompaña a diario.
Seamos
Heaney nos recuerda que los poemas de Owen tienen la firmeza del testimonio
humano, y que su obra representa la solidaridad de la poesía con los condenados,
los desposeídos, los sometidos, los desclasados. Si en el Norte de Santander ha habido una
figura poética que se acerque a estas palabras de Heaney, es sin duda Tirso
Vélez, quien rompió las barreras impuestas entre vida y poesía y había hecho de
su vida un material que se podía expresar poéticamente. En este caso, el problema no se centra en que
la vida de algunos poetas opaque su obra (como en el caso de Villon, Byron,
Rimbaud), sino más bien que la grandeza de sus vidas opaca la miseria de las
nuestras, de nuestra cotidiana ida al trabajo, de la felicidad por nuestra vida
reducida como diría Alexandr Blok.
La
poesía de Tirso Vélez nos remite a la Colombia de la segunda mitad del siglo
XX, de la misma forma que Charles Baudelaire en sus Pequeños poemas en prosa nos permite recorrer Paris a finales del siglo XIX y Federico
García Lorca presenta los excesos de la guardia civil española en su Romancero Gitano. Los versos de Tirso Vélez nos muestran la
belleza y el horror que se vive en la zona del Catatumbo y en cualquier lugar donde la muerte sea el
refugio de la ignorancia; la poesía de Tirso Vélez no nos envía únicamente al
Norte de Santander, es fácil por medio de ella, pasar por Irak, y los Balcanes,
porque como dijo Edgar Allan Poe cuando le insinuaron que sus cuentos eran muy
similares a los de Ernst Hoffman, el
horror no es de Alemania, es del alma, de la misma forma el ejército de
calaveras rotas de Tirso aun sigue pidiéndole a la muerte que se vaya. Es, in
lugar a dudas, el Miguel Hernández de nuestra poesía, sus versos sencillos y
musicales, están plagados del paisaje natural y de esa raigambre campesina que
acompañó a Tirso en su vida y en su poesía.
Los
primeros versos de su famoso poema Colombia
un sueño de paz, del libro poemas
perseguidos, son una exhortación al
cotidiano horror de los pueblos colombianos y la doble significación que tienen
los sonidos en horas de la noche, el diálogo de dos situaciones que se miran en
una especie de espejo social es la forma que nos lleva por el texto. Este poema
fue la causa de la suspensión de su cargo como alcalde del municipio de Tibú, su
encarcelamiento y persecución por parte de las fuerzas militares, quienes
consideraban este texto peligroso:
Para que en los campos
al ladrar de los perros
en cualquier madrugada
no sea el rondar siniestro
de la muerte que vaga
y no la fauce oscura
del fusil que amenaza.
Es un
poema desnudo, donde las imágenes adquieren por su sencillez la fuerza que
estremece a los lectores. Lo mismo
sucede con uno de los poemas finales del libro Epitafio para José Antequera, compañero de partido político, la UP,
exterminado con el apoyo del estado y las fueras militares. El poema, pese a ser un
epitafio, es un texto lleno de esperanza, Tirso espera
que este asesinato sea el último, que se acaben los crímenes, que lo sueños no
sean truncados por las balas y que ese sueño llamado Colombia no siga siendo
manchado de sangre y lágrimas.
Que seas el último
dolor que se nos queda
como un hueso atravesado
en la garganta.
Que seas el último
cóndor luchador
que da sus plumas
para vestir la Patria.
Que seas el último
clarín que irrumpe
y en mil silencios
la noche despedaza.
Su libro Ciudad de sombras, es todo un testimonio
de la vida de Tirso, de sus sueños, sus pesadillas y todo el imaginario que lo
acompañaba en su vida de político, de poeta, de esposo y de amigo. La presencia de la muerte es la constante en
los poemas, como un ser que ronda las casas y espera pacientemente la hora de
su triunfo, y no olvida, como pensaba Tirso, a sus seres señalados:
La muerte me dejó plantado en Benarés
allí la esperé
pero su cupo iba completo
y paso de largo
Ahora se oculta
me esquiva
avergonzada por su vulgar desplante.
Una muerte
que va acompañada de las sombras, la muerte que es cubierta y envuelta por
sombras, para hacer de la ciudad y sus habitantes seres oscuros que caminan y
caminan, sin labios, sin ojos, sin caricias, sin amor, una ciudad que poco a
poco es consumida por el miedo, una ciudad que, a diferencia de los poemas de
Tirso Vélez no nos invita a compartir la celda con Miguel Hernández.
Buscando
en sus poemas alguno que me diera idea de un arte-poética, de una concepción
sobre la poesía y su proceso creador, hallé un poema que expresa toda una
poética, que se asemeja a aquellas palabras de Jorge Gaitán Duran en el prólogo
del primer número de la revista Mito, las
palabras están en situación. En su
poema ESENCIA Tirso Vélez buscaba que
sus palabras estuvieran en función de un momento dado, que su significado y el
momento de pronunciar las palabras coincidieran, que retomaran su valor mágico,
como si hicieran parte de un ritual, que al ser pronunciadas tomaran todo su
valor y por su peso fueran conjugados todos sus significados, de este modo Tirso
se pregunta si el poema volverá a ser la
estructura misma de las cosas.
Cuando?
Se pregunta el Arquitecto
volverá a ser el poema
la estructura misma de las cosas?
………….
Cuando?
Se pregunta la comadrona
Volverá un instante
Inicial de alumbramiento
Cuando el poeta
Adán de barro
al soplo íntimo
del Ser se haga palabra
Al modo de
la cábala, el poema crea y construye el mundo, es la palabra desnuda que trata
de recuperar su verdadero valor al perderse por el uso, como plantea Paúl Valery
al comparar las palabras con las monedas, que con el tiempo se desgastan y
pierden su valor.
Una de las
características fundamentales de la poesía de Tirso Vélez es buscar que las
palabras retomen sus significados, que la muerte sea muerte y que los ojos no
solo miren, que también besen, huelan, abracen y que el poeta Adan del barro al soplo intimo del Ser se
haga palabra. De este modo detrás de
cada palabra no hay artificio, la sinceridad al crear es absoluta, la mentira
ha sido desterrada, para que las lágrimas, la soledad y el dolor sean las
constantes, al igual que en César Vallejo o Pablo Neruda, la poesía es esa vida
que se posa en las palabras.
La palabra
era lo mismo que la cosa
y ocupaba un lugar en el espacio
podía tomarse entre las manos
y en una caricia sopesarse
había sonrisas esdrújulas
y lágrimas agudas
decir lámpara
era lo mismo que producir incendios
al decir te quiero
podía sentirse
la breve palpitación de los abrazos
se podía subir por los peldaños de la risa
o presentir
la leve sacudida
de un ascensor que baja
cargado de tristeza.
Hace diez
años ocurrió el asesinato de Tirso y sus poemas siguen rondando la ciudad de
Cúcuta, la siguen escrutando y hostigando; preguntándole a sus habitantes en un
incesante por qué de las cosas, en un grito que se cala cada día con más fuerza
al interior de las instituciones y sus funcionarios, alrededor de los parques y
sus avenidas. Tirso Vélez nos dejó una obra
para recordarlo con amor, para retomar sus sueños y perseguir el miedo. Su muerte al igual que en su poema GIRASOL, ha hecho que nuestros corazones
se llenen de las balas que nos arrebatan a los seres que amamos, que nuestras
venas sean raíces que se hunden cada día más y más en la tierra, que a nuestras gargantas una sed de gritos las
consuma, y de nuestras cabezas emigren pájaros que se van asentando con su
mirada amenazante sobre algunas edificaciones de la ciudad, porque la poesía debe
ser la luz que ilumine esta ciudad de sombras.
Quiero
terminar este escrito con unas palabras de Seamos Heaney que resume el por qué
de este texto, de los poemas y del trabajo creador que realizan los artistas de
esta amada ciudad: Escribir estos ensayos
me ha ayudado a mitigar este dolor y, en cualquier caso, a verificar algo en lo
que creo, que la poesía tiene un poder redentor tan elevado, y seguramente tan
ilusorio, como el amor.
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